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Poemas

martes, 10 de agosto de 2010

¿Qué se dice de sus obras?

Están instaladas en el reino de las semejanzas familiares y domésticas, Jorge Teillier avanza en este objetivo y elabora una poesía en la cual postula una transgresora y diferente relación del poeta, del hombre, con las cosas y los seres del reino animal y vegetal. Intenta unir-vivir órdenes contrarios, cruzar fronteras, enlazar aquello que habitualmente separarnos y ubicamos en reinos de diversa jerarquía.
Retóricamente, Teillier resuelve su utopía en la personificación, metonimia, comparación, sinestesia, como procedimientos privilegiados.
El poeta es uno más (se metamorfosea, hace cruzar fronteras), entre los platos, la ropa recién lavada, el reloj, los trenes; uno con el granero y la primavera, con las nubes, los hijos de la harina, el humo, el vino, las semillas, los gorriones, las escaleras, los gallos, tordos, escarabajos, garzas, caballos, ángeles; uno con las rosas, lirios, lámparas, cerezas, ortigas, pájaros, girasoles.
“No estaremos solos mientras haya un puñado de tierra fresca”
La felicidad, Jorge Teillier habla todo el tiempo de ella: de la felicidad, de ese tema "improbable" del que "quizá sólo deba hablarse en primera persona y desde luego, para darla por perdida.


La otra realidad de Teillier


Por Jaime Valdivieso.

Se caracteriza por la serenidad y la autocomplacencia ante una realidad que se detiene y se vuelve poesía por el sólo ángulo desde la cual se contempla.
Configura una filosofía de la existencia, una ontología como en todo gran poeta, una manera de jerarquizar y transmitir valores sensoriales, espirituales y éticos que dan sentido y organizan la vida.
Jorge Teillier: espíritu evasivo, soñador lúcido de un presente que se le vuelve pasado y que para existir necesita de innumerables lecturas (es capaz de leer un libro de quinientas páginas en un par de días) como el hipopótamo del agua.
Si leemos con atención el primer poema de esa antología y los últimos poemas inéditos, hallaremos sólo diferencias de grados: mayor candor en los primeros, más desencanto y melancolía en los últimos, pero es siempre el mismo poema desde el primero al último libro.
Debemos a Teillier no sólo el encanto maravilloso e inconfundible de su gran poesía, sino la creación de un nuevo sur, que se agrega, por supuesto, al que había instaurado a comienzos de siglo, Neruda y Juvencio Valle, poeta éste de los bosques y de los pájaros. Pero el sur de Teillier es un sur mítico, mágico, poblado de nostalgia, pero a la vez hecho de historia y de la crónica, aunque detenido en una pureza infantil, pero a la vez cruzada por el dramatismo de la vida, por su amor por los seres marginales, por los bebedores que se esconden de sí mismos, de un pasado que nos ayuda a vivir, transformar y comprender un mundo nada de idílico.
Teillier democratizó la poesía, hizo participar en este banquete a los más sencillos de espíritu y de conocimiento: a jóvenes y hombres y mujeres de todas las edades. Leer la obra de Teillier es entrar a un mundo del que cuesta salir, pues luego el nuestro nos parece más precario y lúgubre, ahora más que nunca, pues volvemos a una realidad donde cada vez más añoramos la calma y sustancia de la vida de aldea y de ese otro universo intangible, pero perenne, de ese pasado que como dijo otro poeta: "es como un país extraño, donde suceden las cosas de otra manera".


Jorge Teillier: En el umbral de la ilusión

Por Jaime Giordano

Jorge Teillier es uno de los primeros poetas de lo que podríamos llamar la "era actual", el post o neovanguardismo", y que sucede a la tres fases "superrealistas" o "vanguardistas" o "contemporáneas" (Neruda -De Rokha- Huidobro, Díaz Casanueva -Rojas- Parra, Lihn -Barquero- Arteche). A lo largo de las provincias sureñas, Teillier llegó a ser una especie de príncipe de la poesía, y tuvo innumerables discípulos, algunos de los cuales todavía son figuras destacadas de nuestra poesía. Su aparición meteórica generó confusión en la crítica. Volvieron a desempolvarse términos de la parafernalia romántica (o neorromántica), y Teillier se convirtió en uno más de los inagotables "últimos románticos".
Era fácil y deleitable sufrir con ese pálido escepticismo de amargos recuerdos perdidos o vagamente atesorados, convertidos en melancólica fe de ensueños. Pero este camino no iba a tener regreso para Teillier ni para su generación. El resto de su historia y de su poesía (nuestra poesía) es un largo, moroso suicidio, donde no hay ni puede haber inocencia ni redención. Los lectores que han seguido a Teillier hasta sus últimas consecuencias, tienen dos alternativas: lamentarse de que el poeta siga en "lo mismo", que no haya cambiado, como si los poetas tuvieran que estar siempre sorprendiendo a un lector viciado por la insaciabilidad consumista actual, o felicitarse por lo mismo, por el hecho de que el poeta no se haya corrompido ni haya renegado de su mundo.
Trataremos de hacer explícito el proceso que va desde la esperanza en los recuerdos ingenuos, incorruptibles hasta su paulatina desintegración, fases que parecen ocurrir simultáneamente como si siempre el poeta hubiera estado perdiendo y recobrando su ilusión:
El mundo de Teillier no vive tanto como sobrevive. La dificultad de percibir el llamado para un poeta sofocado por la circunstancia, se explicita de manera enigmática en la indicación de lo azaroso del hallazgo: "descubiertas por azar en el barro". Es decir, las huellas preexisten el acto de ser descubiertas hasta el punto de que si no fuera por el azar su sueño quedaría a merced de su soledad material, ajeno a toda conciencia.
Aquí, como en otros poemas, el lugar del hallazgo está ubicado en un punto que escapa a la atención convencional y rutinaria. Suele éste ser un escondrijo, un desván, un rincón alejado u oscuro, un extremo distante.
Esta independencia (del sueño que cada objeto sueña) respecto de un soñador, nos lleva a afirmar de inmediato la complicidad entre tiempo y espacio en la poesía de Teillier. El tiempo sólo puede ser sentido en los espacios; sólo puede ser recuperado a través de las sombras, los residuos presentes ante nosotros y que nosotros vemos, descubrimos o presentimos. Ver, descubrir, presentir no es fácil. Requiere previamente de un apartamiento del foco convencional de nuestro existir hacia los espacios secretos, olvidados, ocultos. Requiere de la búsqueda de lugares aparentemente desolados, pero en el fondo, privilegiados en cuanto se constituyen en los umbrales de la ilusión.

En la lectura anterior, se presenta un recopilado de opiniones sobre este autor chileno, las cuales son bastante positivas y alaban las obras de este poeta. Todos, en conclusión, aluden a que es un poeta de la utopías, de las ilusiones vivas y del encuentro con la niñez y el tiempo en que se ve la vida con dicha y felicidad.

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